MUTO
BIG BANG
Reflexiones
- El capitalismo «cultural» y las nuevas formas de comunicación
Estamos, pues, en condiciones de aceptar como premisa que aquella apropiación de las artes como vehículo comercial ha de apropiarse también de los medios que lo hagan posible, como incipiente, pero acusadamente, viene ocurriendo desde la década de los sesenta. Si la comunicación no puede desvincularse de las sociedades y de la cultura (no pueden existir la una sin la otra), resulta imprescindible responder a la siguiente cuestión: ¿qué sucederá, entonces, cuando todas las formas de comunicación se mercantilicen y la cultura, la materia de la comunicación, se convierta también, inevitable y definitivamente, en una mercancía?
Éste es el desarrollo al que parece estamos asistiendo en la actualidad: la cultura —las experiencias comunes que dotan de significación a la vida humana— está siendo arrastrada de forma inexorable hacia el mercado de la comunicación, donde se renueva con criterios comerciales.
La vida cultural está constituida por una serie de experiencias comúnmente compartidas y, por consiguiente, plantea cuestiones de acceso y pertenencia. Si se es miembro de una comunidad y una cultura, se disfruta de acceso a sus redes compartidas de significado y experiencia; si no se es miembro de esa comunidad, la exclusión es condición definitoria. A medida que una cultura compartida se descompone en experiencias comerciales fragmentadas, los derechos de acceso se van trasladando del dominio común al ámbito comercial.
El acceso ya no se basa en criterios intrínsecos —tradiciones, derechos de libre circulación, familia y amistad, etnia, religión o sexo—, sino en la posibilidad extrínseca de pagar su valor de mercado. Si Daniel Bell divide la civilización moderna en tres esferas diferenciadas que interactúan entre sí (la economía, la política y la cultura), hoy asistimos a la culminación del proceso mercantilizador llevado a cabo en el transcurso del siglo pasado, de manera que los valores de los entornos político y cultural han sido arrastrados hacia el ámbito económico. Dentro de la lógica del capitalismo, la aplicación de criterios de explotación no establece diferencias entre un producto u otro. Y es cierto: si el capitalismo industrial pudo apropiarse de los recursos naturales para su ulterior explotación, sirviéndose para ello de la mano de obra local para la producción de bienes y servicios, el emergente capitalismo «cultural» del mismo modo expropia los recursos culturales para producir bienes y servicios culturales. Esta nueva forma de explotación de los recursos —culturales, en este caso— cuenta con un elemento también nuevo y que, en parte, viene por él definido: el desarrollo tecnológico y sus posibilidades de dosificación y posterior reapropiación comercial puesta al servicio del entretenimiento individual que las diferentes innovaciones tecnológicas han ido ofreciendo y que muestran una relación directa entre el surgimiento de la sociedad postindustrial y la disyunción que se ocasiona a raíz de los diversos cambios de ritmo en las áreas de la estructura social, política y cultural. Es decir, que este nuevo tipo de sociedad origina cambios en la estructura social, los cuales, a su vez, provocan problemas gerenciales en el ámbito político y, por tanto, ocasionan nuevas maneras de vivir que son el resultado de la primacía del saber cognitivo y teórico.
Tales modos de vivir desafían inevitablemente a la cultura.
Nosotros creemos que la cultura es una experiencia compartida; es decir, un acercamiento común alrededor de valores compartidos . Sin embargo, es el caso que la producción cultural, inducida por el desarrollo tecnológico, la ha modificado hasta convertirla en «la más poderosa fuerza social y económica de nuestro tiempo».
¿Que hacemos necesariamente con lo que hicieron con nosotros?
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