jueves, 7 de abril de 2011

Los Edukadores



Peter y Jan son dos jóvenes que repudian el status quo capitalista de Europa, y lo manifiestan de diferentes maneras. Por un lado, acuden a marchas con el objetivo de concientizar a la población acerca de cómo la explotación de niños asiáticos es lo que permite a la gente de clase alta usar las más caras zapatillas. Por el otro, emiten un susurro amenazante cuando se introducen en fastuosas viviendas para desestabilizar el orden.

Como para presentar la actitud rebelde del dúo, la secuencia inicial nos muestra las consecuencias de la visita de los edukadores a una de aquellas casas imponentes. La intención de los amigos (cuyas reflexiones no esquivan las frases hechas) no es la de perpetrar un robo estrategia que Jan encuentra un tanto obvia e inocua sino la de hacerles ver a los burgueses fanáticos del consumo indiscriminado que, más allá de su mundo privado, hay una sociedad disconforme e irritada.

Encasillar a esta película en un género determinado no parece tener mucho sentido. De hecho, el director Hans Weingartner hace confluir el manifiesto de protesta de sus activistas con un triángulo amoroso con ecos de Truffaut (Jules Et Jim). Este es el primer giro narrativo que se percibe en el film e involucra a Jule, novia de Peter, quien no puede evitar sentir una fuerte atracción por Jan. Pero el conflicto de Jule (posiblemente el mejor trabajado a lo largo de la película) radica en una deuda que tiene con un empresario adinerado, quien la ha demandado por un choque. Sin hogar y con la amenaza de los abogados cercándola constantemente, convencerá a Jan de implementar el modus operandi de los edukadores en la casa del demandante en cuestión. Pero el plan no sale del todo bien y aquí el film se desvía hacia una trama de secuestro. Sin embargo, el director opta por atenuar la atmósfera de suspenso e incertidumbre y traslada la acción hacia un paisaje bucólico, donde los tres jóvenes anti-establishment compartirán con el secuestrado la tranquilidad del aislamiento y el intercambio de posturas ideológicas.

El triángulo amoroso se retoma, pero no para abarcar la filosofía del amor libre revolucionario, sino para mostrar las consecuencias de la traición y la violación de los códigos de amistad. Esta fluctuación entre el caos de la ciudad y la serenidad de las montañas le imprime un ritmo a la historia que alcanzará su máxima tensión sobre el final, donde se sugiere que es igualmente posible aferrarse a un ideal como abandonarlo definitivamente. En ese universo contradictorio de Los edukadores no resulta efectiva la omnipresencia del "Hallelujah" de Jeff Bluckey, utilizado con una intención efectista y aleccionadora, justamente algo que en el resto del film se consigue evitar.

Milagros Amondaray      

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